top of page
Buscar
Foto del escritorKrieger

Carta de una madre




Lo perdoné todo, he sido cortada, mutilada, pisoteada y ultrajada por aquellos que más quiero, sin embargo…los perdono. Porque a pesar de que a sus manos he conocido los dolores más atroces, también gracias a ellos he tenido las mayores alegrías.


Soy vieja, he visto muchas lunas desde el día en que nací…hace ya más de cuatro mil millones de años. En todo este tiempo, he visto y he vivido muchas cosas; ha madurado mi cuerpo, he tenido días tormentosos y días placenteros, he sudado a mares y me he congelado como un cubito de hielo. Todo eso me preparó para un día convertirme en madre.


Nacieron de improviso, en medio del tormento de mi adolescencia surgieron de mi interior: pequeños, bajitos, altos, delgados, verdes, blancos, negros, amarillos; eran de todos los colores y tamaños. Entre ellos había unos chicos especiales, muy peculiares; caminaban a dos patas y tenían una chispa única en su mirada, eran inteligentes.


Cuando crecieron y necesitaron alimento todo les di, de mi piel sacaron frutos en abundancia hasta que lo que pude darles ya era escaso; mi piel estaba seca y muerta. Cuando de mi piel nada quedó, atacaron a sus hermanos, acabaron con sus vidas para alimentarse, vestirse e incluso divertirse; esto me causó gran decepción y tristeza.


Aún no siendo esto suficiente, buscaron en mi interior y tomaron lo que quisieron sin consideraciones, a lo cual no me opuse, pues vi que eran felices. Cuando terminaron, regaron en mi cuerpo sus desechos, envenenaron mi piel y mi sangre… y enfermé. Tuve mareos que sacudieron todo mi cuerpo; tuve fiebre, a veces tenía mucho frío y a veces mucho calor; además de esto, mis frutos nacían corrompidos y marchitos. Entonces ellos también enfermaron, sufrieron y murieron de hambre y sed; así comprendieron que al hacerme daño se hacían daño a sí mismos.


Ahora estoy cansada, agobiada por el calor, pues los actos de mis hijos han destruido mi manto. Mi piel está quemada; hay partes de mi cuerpo donde ya nada crece y la contaminación en mis pulmones me dificulta respirar. Ya no puedo protegerlos como en mis años de juventud.


Ante todos estos sucesos, la vida sigue creciendo en mí, sigo alimentándolos y brindándoles todo lo que tengo con alegría. Seguramente se preguntarán ¿cómo perdonar tanto daño? ¿cómo seguir adelante a pesar de las heridas? Bien, a nada lleva responder al daño con más daño; este es un ciclo eterno que destruye y esclaviza. El verdadero sentido de la vida es mucho más puro; es una esencia que florece con cada acto de bondad, generosidad y transparencia. Es una esencia que transforma todo lo que toca en algo hermoso; es mi esencia y la de mis hijos.


Por eso, a pesar de mis heridas, sigue creciendo constantemente la vida en mí, sigo ofreciendo mi abrigo con la esperanza de que mis hijos comprendan su origen y el verdadero valor de la vida. Por eso los perdono y con cada ofensa respondo con un abrazo; al hacer esto rompo el ciclo de violencia y les impulso a vivir . Al perdonarles y aceptarles les contagio de algo más fuerte, algo más poderoso, el deseo de crecer, el deseo de amar y cuidar del otro. Así, poco a poco he logrado traer de nuevo a mi lado a mis hijos. Están aprendiendo a cuidarme, he vuelto a conocer la alegría. Han cuidado mi piel y han aprendido a hacer parte del equilibrio; a dar para recibir. Han podido ver que lo que me han dado con amor y dedicación, se los devuelvo con gran abundancia. Soy su casa, soy su madre, soy su sustento y seguiré estando aquí cuidando de ellos con la esperanza de que cada vez más y más se unan en torno a mí, por la vida.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page