Silencio es tímido, sin embargo hay que ver lo que guarda. No es un conversador avesado, más cuando abre la boca puede ser muy elocuente. Algunos cuentan que su canto es melancólico, fino como el algodón de azúcar; no necesita palabras, sus melodías expresan más que mil diccionarios. Otros dicen que en realidad habla muy bajito, que su voz es mucho menos audible que un susurro, apenas una leve vibración en el aire que acaricia suavemente el oído. Sorprende entonces que en ocasiones Silencio pueda impactar con más fuerza que el discurso más enardecido.
Silencio vaga por el mundo reposando en teatros, parqueaderos y bibliotecas. Es un personaje de ciudad, se le oye caminando de madrugada por las calles, las oficinas, los parques. Como una sombra, se arrastra detrás de las palabras aguardando el momento preciso para estrujarlas hasta hacerlas muy pequeñas.
Silencio es frágil, el más leve de los sonidos puede quebrar su existencia, no obstante nunca se rinde, en cuanto tiene oportunidad se cuela por cualquier rendija; por debajo de las puertas, a través de paredes y ventanas, a través de acero y concreto. Nadie escapa de Silencio.
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