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Para los pájaros y los locos




Cuando el hombre llegó a la luna, hasta el mismo director de la Nasa dudaba de que la nave aterrizara a salvo. Cuando los hermanos Wright tocaron las nubes con alas de tela y madera, las personas creían que volar era para los locos y los pájaros. Cuando los barcos de unos pocos osados navegaron más allá de los mapas, directo hacia el “fin del mundo”, la gente creía que estos caerían por un abismo. En realidad, descubrieron América.


Tal vez, creer es engañarte a ti mismo prescribiendo verdades invisibles, verdades que solo existen por que tú así lo quieres. Tal vez por eso son especiales, su potencial de “aún-no-nacidas” les brinda un aspecto mágico, intrigante. Son posibles verdades o posibles mentiras. Aún no se sabe, ya lo dirá el tiempo.


Están fuera de toda lógica, nadie puede medir una esperanza. Aunque tengan alas de papel, te sorprenderás de lo lejos que pueden llegar, esa es su única pero no menos sorprendente virtud, ser impredecibles. Es más probable que te caiga un meteoro en la cabeza a que te ganes la lotería. Aún así, tienes una esperanza chiquita, del tamaño de uno en 16 millones. Por eso compras el boleto ¿Quién sabe?


Creemos todos los días. Creemos que madrugaremos un lunes y que trasnocharemos un viernes o un sábado. Creemos que nuestra familia y amigos estarán con nosotros este año y el próximo; casi como si fueran eternos, inextinguibles. No tenemos más certeza que la que tiene una hoja sometida al azar de la tormenta, una diminuta partícula volando a merced del viento con alas de papel. Llegar a buen destino es improbable, pero, ¿a quién le importan los porcentajes? Creer es vivir.

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