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Intervención extranjera en medio oriente: ¿Solución o crisis?





Foto tomada de amnistía internacional


Escrito en noviembre de 2018


En los últimos meses, Trump ha declarado públicamente a Jerusalem como la capital Israelí y ha retirado el apoyo financiero a la UNRWA, la organización de la ONU para los refugiados palestinos. Estas acciones ponen a Usa del lado israelí, y esa es una palabra clave: lados. Las relaciones políticas económicas y militares de medio oriente están intensamente determinadas por las facciones. Facciones integradas por países de la región pero también por potencias mundiales y sus aliados.


La decisión de Trump es importante porque desencadena una serie de reacciones que desestabilizan un clima político en el que Usa desempeña un papel clave por su poder económico y militar. Con 800 bases militares distribuidas en todo el mundo, Usa es una fuerza decisiva en los conflictos y en el equilibrio geopolítico mundial, en particular en medio oriente, el actual centro del conflicto. En las últimas décadas, esta zona ha sido el epicentro de rebeliones, golpes de estado, migración masiva, guerras civiles y del surgimiento de grupos terroristas.


Hay varias situaciones que han alimentado dicho caos. Uno de ellos es el enfrentamiento ideológico y religioso. Irán por un lado apoya a la población Shia y un modelo particular de democracia teológica, mientras que Arabia Saudí por el otro, defiende la monarquía y a la comunidad Sunni. Estos dos han tenido participación casi en cada conflicto de medio oriente. Como dice The Kingston Whig-Standard, “for every Iranian action, there is an equal and opposite Saudi reaction. And the number of both have simply multiplied over the years”. Esta frase aplica de igual forma para Usa y Rusia, dos antiguos rivales. Y es que, los centros del conflicto también son el punto de encuentro de rivalidades que trascienden fronteras. En medio oriente en concreto, Usa está alineada con Arabia Saudí e Israel y tiene importante poder militar concentrado en Irak y Afganistán. Por su parte, Rusia apoya a Irán y al régimen Sirio.


De estos países, Usa es el que lidera la llamada “Guerra contra el terrorismo”, que inició dicho país en 2001 como represalia por el atentado de las torres gemelas. Con la excusa de ejercer el derecho constitucional a la defensa propia, Usa invadió Afganistán en 2001, derrocó al gobierno talibán e instauró un “gobierno democrático”. Lo mismo hizo en Iraq en 2003, año en el que invadió ese país y derrocó al gobierno de Sadam Hussein.


Desde entonces, Usa ha intervenido activamente política, militar y económicamente en oriente medio. Según un estudio de Brown University publicado en The Wall Street Journal, desde 2001 hasta 2018, el país ha invertido cerca de 5,6 trillones de dólares para mantener sus operaciones en medio oriente. Según EFE, actualmente, Estados unidos tiene 5.200 soldados en Iraq, 14.000 en Afganistán y 2000 en Siria. Dicho despliegue de poderío militar se ha hecho supuestamente con la pretensión de luchar contra el terrorismo y defender la democracia. Según dichos intereses, ha apoyado con donaciones, armamento y entrenamiento militar a dictadores como Muamar el Gadafi en Libia o Saddam Husein en Iraq —quienes luego fueron derrocados por Usa—. También ha financiado grupos rebeldes como las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias), y en sus inicios, Isis y Al Qaeda.


Según BBC, estos grupos también obtienen ingresos cobrando rescates, impuestos a la población y vendiendo petróleo, dinero que usan para comprar armas. Según investigaciones del Conflict Armament Research (CAR), cerca del 45% del armamento de Isis proviene de China, un 10% de Rusia y el resto, de países del este de Europa. El flujo constante de armas, dinero y petróleo puede explicar por qué el conflicto ha perdurado tanto tiempo y por qué su resolución no parece ser clara en un futuro cercano.


Sin embargo, el desgaste causado por la guerra está destruyendo medio oriente y Usa ya no tiene la confianza y el control que alguna vez tuvo. Las guerras civiles y la sucesión de un dictador tras otro han puesto en duda la capacidad de Usa de traer estabilidad y mantener el orden. En palabras de The New York Times: “As for the wider Arab response, the United States is just not very popular or trusted in the region. That tends to happen when you invade an Arab-majority country, Iraq, on what most Arabs consider false pretenses, starting a war that kills hundreds of thousands”.


Después de 17 años de guerra contra el terrorismo y de intervención extranjera en uno y otro conflicto, los efectos secundarios del enfrentamiento se hacen cada vez más visibles. La oleada de protestas desencadenada durante la primavera árabe son un síntoma de algo más grande. La población está cansada de las dictaduras, la corrupción, la guerra y la pobreza.


En 2015, después de cinco años de guerra civil en Siria, el 80% de la población, es decir 4 de cada 5 sirios, vivía en pobreza y la expectativa de vida se había reducido 20 años. Por otra parte, de 2011 a 2014 el desempleo pasó del 15% a casi el 60%. En 2015, cinco años de inestabilidad política causaron una caída en el turismo y un aumento del desempleo en el país más poblado del mundo árabe, Egipto. Para ese año cerca de 30 millones de egipcios, una tercera parte de la población, vivían en pobreza; en 2014, cifras del Banco Mundial señalaron que el 30% de la población de Iraq vivía en pobreza; en Yemen, un país sumido en una guerra civil, la población pobre aumentó de un 42% en 2009 a un 62% en 2017.


La pobreza está consumiendo la región y, como lo demuestran las cifras, solo va en aumento. Esta situación sumada al continuo conflicto entre fuerzas oficiales y grupos rebeldes ha desencadenado un fenómeno de migración masiva. Millones de personas han huido de Siria, Iraq, Afganistán y otros países de África y Medio oriente. Siria en particular es el país de origen de la mayor cantidad de refugiados. Según Pew Research Center, después de 7 años de conflicto, cerca de 13 millones de sirios han sido desplazados de sus hogares, es decir más del 50% de su población. De ellos, 5 millones han emigrado a países vecinos y 6 millones han sido desplazados internamente. Un millón restante ha huido a Europa a través del mar mediterráneo.


El caso de Siria es importante porque revela la situación de muchos países de África y Oriente medio. Cientos de miles de personas huyen de los enfrentamientos, de la extorsión de grupos armados, de gobiernos opresivos o simplemente de la pobreza absoluta. La migración en esta magnitud está empezando a desencadenar una crisis. En África y Medio oriente, la cantidad de refugiados asciende a varios millones en algunos países. En el Líbano, un país con 6 millones de habitantes, recibir 1 millón de refugiados equivale a una descompensación del sistema económico. Turquía, que se ha convertido en la ruta de acceso a Europa, alberga ya a casi 4 millones de refugiados sirios. En Europa, Grecia e Italia, países con una economía muy frágil, reciben en sus costas miles de refugiados que cruzan el mar mediterráneo en botes. Alemania por su parte, ya ha recibido cerca de 1 millón de refugiados. La llegada de semejante cantidad de inmigrantes amenaza con desequilibrar una economía europea que está lejos de ser bullante y la tensión entre refugiados y locales aumenta cada vez más. Mientras tanto, el conflicto en Medio oriente parece no ir a terminar pronto y los refugiados siguen llegando, por lo que muchos países han empezado a endurecer su control en las fronteras. Miles de personas se aglomeran en las fronteras aguardando que les den paso.


En este contexto cabe preguntarse cómo pudo llegarse a este extremo, pero más importante aún: ¿cómo solucionarlo? La intervención extranjera económica y militar en medio oriente no ha podido ofrecer una solución duradera, al contrario, el constante flujo de dinero, soldados y armas, alimentan una guerra que ya ha consumido varios países. ¿Hasta dónde habrá que llegar para terminar la guerra?

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