Para nocturna
Una estrella se enciende en un cielo oscuro… aunque en realidad no es una estrella, tampoco hay un cielo.
De nuevo oscuridad, ¿acaso una ilusión sin más?
Me acurruco, me encojo para hacerme más pequeño y con suerte, tal vez desaparecer.
Un destello aquí, un brillo sutil allá, ¿qué eres, luz fugaz? Tus destellos se tornan en palabras, destellos arrebatados, salvajes… apasionados. Tus mensajes llegan como un océano derramado que barre mis pensamientos, mis preocupaciones, mis ilusiones. Solo puedo pensar en ti, en tus mensajes secretos que me susurran tu sueño perverso, tu anhelo escondido, tu recuerdo perdido. Espero tu próximo mensaje con ilusión, casi con obsesión.
Un espectáculo de luces y susurros se sucede con rapidez vertiginosa. Somos como luciérnagas, emitiendo un misterioso halo de luz. Solo yo puedo verte, solo tu puedes verme.
El tiempo se deshace como algodón de azúcar; una hora, un minuto, podrían pasar en un segundo. No existe nada más, solo el hipnótico intercambio de parpadeos luminosos. Somos como luciérnagas danzando, cada uno fascina al otro con su resplandor. Nos estrellamos una y otra vez, tratando de fundirnos, con cada impulso nos deshacemos uno contra el otro, cegados por nuestro propio brillo.
Entonces la luz estalla. Dos cuerpos se deslizan al vacío, de repente ausentes de brillo. Una manta de oscuridad me abriga de nuevo.
Me acurruco, me encojo para hacerme más pequeño y con suerte, tal vez desaparecer…
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