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Caos perfecto



(Nota: se recomienda escuchar esta canción para ambientar la lectura)


Filas, filas sin fìn. Altas hileras de concreto, metal, y brillante vidrio templado se despliegan hasta desvanecerse en la niebla gris. Miles de filas de largos abrigos se cruzan, crujen. El estruendo se levanta desde la multitud, se combina con el zumbido multitudinario de millones de individuos que caminan, comen, gritan, hablan y se agitan.


Miles de zapatos marcan el ritmo de los latidos de la metrópolis, marchan por los laberínticos y estrechos espacios entre los rascacielos. En medio de la calle, un ejército de máquinas brillantes y humeantes que respiran humo negro, se abre paso en los caminos de grava.


Si se escucha con cuidado se puede sentir sus latidos, su respiración; es la metrópolis, está viva. Cada par de zapatos marchando, cada abrigo agitado, cada máquina humeante le da vida, la alimenta. Insaciable, siempre hambrienta, la bestia siempre quiere más; ¡más zapatos marchando!, ¡más hileras de metal y vidrio, hasta cubrirlo todo!


Es imparable, un agujero negro que devora todo lo que tiene a su alcance. La encarnación misma del alma humana, tan brillante, tan ingeniosa, pero al mismo tiempo absolutamente ciega ante sus propios defectos, incapaz de detener sus impulsos. Una gran bestia de metal, vidrio y humo que lo devora todo.



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